Entre bosques centenarios, reacia a desaparecer de la historia, la iglesia de Santa María de Pesqueiras es otra de las joyas del románico que atesora la Ribeira Sacra. A orillas del Miño, con el embalse de Belesar a sus pies, orgullosa nos muestra sus influencias Mateanas, que seguramente transportó el río. La iglesia fue en origen un monasterio femenino de la orden benedictina, pero Santa María de Pesqueiras fue otro de tantos monasterios que vieron partir a sus monjas torquinegradas hacia tierras de Compostela, en el año 1515, condenadas por una orden y una reforma que los nuevos monarcas católicos aplicaron celosamente en tierras gallegas.

La iglesia de Santa María de Pesqueiras tiene planta de nave y ábsides únicos, ambas con techumbre de madera y bóvedas. Su adaptación al terreno irregular de la Ribeira Sacra hace que tenga su nave en dos niveles, salvados por unas generosas escaleras; el altar también se remarca en altura. Tanto en la decoración de sus ventanas y canecillos como en la del arco triunfal, que resalta la zona sagrada del altar, se observan claramente influjos del Maestro Mateo. En su mayoría tienen decoración fitomórfica. Los absidiolos de la cabecera, que no se manifiestan al exterior, copian las mismas fórmulas que la vecina Iglesia de Santo Estevo de Ribas de Miño.

Las ventanas inundan de luz el presbiterio y las naves. Una delicada puerta sur, con doble arquivolta y dos pares de columnas, nos introduce en el templo bajo sogueados, perlados, botones y sarmientos que, como los cimacios, de nuevo apuntan a Mateo. La fachada principal, que sufrió reformas, conserva su campanario. Es de las pocas iglesias románicas que no vio modificada su planta con la adhesión de construcciones o sacristías. La construcción de esta iglesia la fecharíamos a inicios del siglo XIII, cuando ya las formas y soluciones inventadas por Mateo se desarrollan y evolucionan en las manos de artistas llamados “menores”, que pueblan nuestro rural y difunden un lenguaje viejo pero que se renueva. Se ha perdido la imagen de Nuestra Señora de Pesqueiras, probablemente de la misma época que la iglesia, el siglo XIII. No fue la piedra el material elegido para su construcción y desapareció en un incendio. Sí podemos aún disfrutar,de las pinturas del siglo XVI que algún maestro itinerante recibió el encargo de pintar. Quizá sea del donante la misteriosa imagen que desde un lugar privilegiado nos observa en su medallón, a la vez que se inclina ante la imponente imagen de María.

En realidad, las pinturas nos cuentan una historia conocida por todos, pero a su vez juegan entre ellas y con nosotros con sutiles y curiosos guiños que a primera vista pasan desapercibidos. Estamos ante una Anunciación curiosamente fragmentada para adaptar al espacio la representación. A un lado encontramos al arcángel Gabriel, y al otro una delicada Maria que irradia serenidad y pureza en todos sus detalles. Preside el conjunto el Pantocrátor, el Padre Eterno, sosteniendo en una mano la bola del mundo, que corona con una cruz, mientras que con la otra nos bendice o nos advierte. La figura tiene una tiara triple y una colorida capa roja. En el muro norte, la Resurrección también se adapta al espacio disponible: en la Ribeira Sacra el espacio era un tesoro, y la lucha por su conquista una quimera, que está presente en todo.
La magnificencia del Juicio Final, imponente y aterradora, se despliega por el muro sur . Pero aquí encontraremos el capricho manierista, que se asoma en las poses forzadas, casi teatrales, de los condenados, y en la maldad de los pecadores…El ingenio y el poder del mal se manifiestan en demonios que portan mosquetes, que con su izquierda manejan y nos amenazan. En el lado del mal los colores se encienden, se vuelven rojos, tierras.. y todo es absorbido por una boca demoníaca. El lado del bien lo domina San Pedro, que espera y acoge en sus murallas a los justos, ordenados y obedientes que caminan hacia él. Cristo aparece sobre nubes celestiales, anunciado por ángeles trompeteros y flanqueado por su corte celestial, donde todos sabemos quién es quién a través de sus atributos, que a su vez nos recuerdan lo importante y duraderos que son nuestros actos. Por eso allí está San Miguel luchando contra el dragón, el símbolo del mal, al que consigue dominar. El mensaje está lanzado… y tú serás uno de los afortunados que lo entienda.